Un meme resume la tragedia que nos ha acongojado esta semana. Al menos seis presidentes han gobernado al Perú durante los ampays de . El número es tan jocoso como exagerado (mas no imposible). Es que, a estas alturas, medio Perú ya conoce al cantante de cumbia de movimientos atrevidos y, ante todo, de qué pie cojea. Es por ello que su nueva infidelidad nos resulta risible, cómica, salerosa, previsible. Nuevamente, un ampay vuelve a ser un tema que se antepone a asuntos más importantes. Un recreo entre balas, muertes, denuncias y jugadas políticas. ¿Por qué nos fascina tanto un ampay? ¿Por qué volteamos la mirada desesperados a buscar más detalles ante una infidelidad?


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Rebuscar sobre casos de adulterio escandalosos en la historia puede resultar una empresa insostenible. Delimitar el escenario a las artes puede resultar ciertamente más práctico. Tenemos la obra del poeta español de Federico García Lorca, por ejemplo, como una invitación a explorar la pasión, la infidelidad y la culpa. “Y que yo me la llevé al río/ creyendo que era mozuela, /pero tenía marido”, dice el poeta en “La casada infiel” iniciando un poema de 55 versos, donde entre rimas asonantes cuenta un intenso adulterio entre dos amantes. Figuras ilustrativas desfilan seductoras entre los versos del poeta, una historia –dicen— autobiográfica en la que se consuma una relación íntima en medio del descubrimiento de que la mujer de la cual se había enamorado era finalmente casada.



“Sobre estos temas del amor pondremos ejemplos máximos, que son Madame Bovary y Ana Karenina. Es la violación de la norma o lo inaudito lo que crea el centro de la novela. De ambas, es la ruptura de una situación matrimonial normal y natural. Eso llama mucho la atención a los lectores”, indica el poeta Marco Martos, autor de Musas del celuloide, recordando dos joyas de la literatura y obras cumbre también donde la infidelidad se regodea de principio a fin, destruyendo todo lo –para bien o mal— establecido.

Martos también recuerda el romance surgido en las primeras décadas del siglo pasado entre Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir. “Sartre era muy cruel con Simone de Beauvoir, según se describe en la novela de ella, La invitada. Sartre rompía todas las reglas. Luego ella se fue a hacer lo mismo (...)”, cuenta el autor haciendo mención a la obra de la escritora francesa, un libro que describe un triángulo amoroso donde se exponen las relaciones de pareja y la infidelidad. Por otro lado, París estaba fascinada ante el amorío intelectual entre ambos notables que, a pesar de sus años juntos, nunca se casaron ni convivieron. La relación entre ambos fue abierta con licencia a tener amantes recurrentes. No son pocos los que mencionan que incluso llegaban a contarse el uno al otro sobre sus aventuras sexuales y emocionales. Bianca Lamblin, una joven alumna de Filosofía, fue una de las protagonistas. Ella luego contaría estas historias en el libro A Disgraceful Affair.

Conocidas también fueron las constantes infidelidades consumadas por Diego Rivera hacia Frida Kahlo. Una tormentosa relación que se inició en la sombra, a la par de la segunda relación amorosa del pintor, pero que se consumaría con un matrimonio en 1929. Él tenía 43 y ella 22. Se dice que Frida, admiradora de Rivera, perdonó (o se acostumbró a) sus amoríos con otras mujeres, pero que nunca pasaría por alto el romance que tuvo con su hermana. Consideró aquel hecho como una “traición”. Muchos años después, el colombiano Gabriel García Márquez sentenciaría en El coronel no tiene quien le escriba una máxima para este tipo de situaciones: “Hay que ser infiel, pero nunca desleal”. Punto. Y claro que el autor sabría del tema. Hace unos años se conoció sobre la existencia de una hija, fruto de un amorío a expensas de Mercedes Barcha, su esposa de toda la vida.




FASCINACIONES

Habría que conocer en qué momento la palabra “ampay” se hizo tan peruana. Quizás fue en los noventa, cuando tomaron forma los programas de espectáculos especializados en cazar situaciones indecorosas de los famosos. La interjección proveniente del juego de las escondidas se coló entonces en nuestro argot. ¡Ampay!, anunciaba un programa a su regreso el pasado lunes para desatar la tormenta en la farándula peruana y también en redes sociales, donde se armaban apuestas para saber quién era el infiel de turno.


Y lo fue un conocido cantante. Miel para las comidillas, tristeza para su familia (aunque ese es un asunto aparte). El poeta y humorista gráfico Nicolás Yerovi confiesa al teléfono que no conoce al bailarín adúltero, pero que sí es posible saber de dónde proviene todo este embrollo. “De los políticos”, sentencia, para inmediatamente soltar sus contagiosas carcajadas.

“Soy una persona que cree que la infidelidad y el engaño no son una propensión natural de los seres humanos. Creo que, por lo contrario, son una inclinación adquirida por mal ejemplo de autoridades políticos y gobernantes. En este momento, pienso yo, en la cantidad de infidelidades ocurridas porque en el Perú tenemos el pésimo ejemplo de nuestros gobernantes. Engañan siempre (risas), ofrecen lo que no van a cumplir, engañan a los electores. Finalmente, terminan haciendo lo que no ofrecieron”, explica tomando con humor estas distracciones.

“¿Cómo actuar frente a estas situaciones?”. Yerovi piensa un rato, poniendo a prueba su intrepidez. “Como el entretenimiento de quienes hastiados por tener seis presidentes en ocho años buscan cambiar de elenco; quieren pasar a cosas más superficiales, más frívolas, más divertidas. A fin de cuentas, viene a ser lo mismo”, menciona, sin defraudar.

La historia de infidelidad del bailarín está lejos de acabar. Apenas ha pasado una semana y ya se han sumado más personajes. Atontados, vemos un reality que se perpetúa en redes sociales. A veces es mejor reír.


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